Salas es tierra de leyendas tan antiguas y tan bellas que inspiran la imaginación de los grandes artistas y también la del común de los mortales. Además, rebosa nobleza por los cuatro costados en el más amplio sentido del término, y eso le confiere un aire muy especial.
Así que Salas, capital y municipio, es tierra de paso y al mismo tiempo es un lugar excelente para detenerse. Es una tierra medieval, jacobea y legendaria. Sus poros respiran cultura y pensamiento, sentimiento y belleza, serenidad y firmeza. Tierra de paso, entre otras circunstancias, porque por ella transcurre el Camino de Santiago Primitivo, que también fue Camín Real.
Un casco histórico que deslumbra
Pocas torres medievales quedan en pie en los cascos históricos de las villas y ciudades asturianas con la importancia y envergadura arquitectónica que tiene la del Castillo de Valdés-Salas. Muchos siglos labrados en la piedra se resumen en esta edificación cuyas edades se datan concretamente en tres centurias: XIV, XV y XVI.
La Torre está convertida hoy en un museo del Prerrománico asturiano, y aún conserva las mazmorras y otros detalles que te trasladan a la Edad Media, y el Palacio se ha transformado en un coqueto hotel que hace las delicias de muchos viajeros y peregrinos de medio mundo que transitan por la villa en su deambular por el Camino de Santiago Primitivo, y es que además se da la circunstancia de que en su parte salense, la ruta jacobea transcurre justo por debajo del puente de arco de medio punto del Castillo de Valdés-Salas.
Resulta además que este castillo fue la casa natal de Fernando de Valdés-Salas, destacado eclesiástico y político del siglo XVI en España, cuya apasionante biografía tiene uno de sus episodios más destacados en el hecho de haber sido el impulsor de la fundación de la Universidad de Oviedo. Y aunque D. Fernando pasó la mayor parte de su vida fuera de Asturias, sus restos reposan en Salas, en la colegiata de Santa María la Mayor, cuya construcción fue promovida por él y en cuyo interior descansan también sus padres. Fernando de Valdés-Salas siempre quiso volver a su tierra, hasta tal punto que dejó dispuesto en su testamento que si moría de Sierra Morena para abajo su cuerpo iría a Sevilla, donde había sido arzobispo, pero si lo hacía de Sierra Morena para arriba, volvería a su casa, y como al final muere en Madrid, reposa para siempre en Salas.
La Colegiata de Santa María la Mayor es una de las más preciadas joyas de un casco histórico que no dejará de sorprenderte, por su belleza y por su historia. La colegiata de Salas te dejará con la boca abierta cuando contemples su retablo y el mausoleo de Fernando de Valdés-Salas, esculpido en alabastro por el escultor Pompeo Leoni en el mismísimo siglo XVI, y realizado merced a una disposición testamentaria de D. Fernando.
Además, y como dato curioso se da la circunstancia de que la Colegiata de Salas fue hasta hace pocas décadas propiedad de la Casa de Alba – al igual que ocurrió con el castillo y numerosas fincas -, que la recibieron en su momento en herencia merced al parentesco de los Valdés-Salas con esta Casa.
Asimismo, hoy en día una parte del Castillo es la sede de la Fundación Valdés-Salas – que cuenta con un aula de Extensión Universitaria -, y que le aporta a esta apacible villa del occidente asturiano una incesante vida cultural, dada la importante labor de divulgación del conocimiento que constantemente realiza.
Así que con todos estos ingredientes te sentirás fascinado en Salas, donde nobleza y leyenda se abrazan a cada paso.