Monasterio de Tina
Detrás de la ermita de San Emeterio una pequeña ruta o mejor dicho un pequeño paseo nos conduce a las ruinas de un monasterio cisterciense, Santa María de Tina.
El recorrido hasta allí es precioso, atravesaremos un bosque de encinas, a medio camino cruzaremos un pequeño puente desde donde podremos ver en época de lluvias, una pequeña cascada de agua y como desde allí mismo ese agua cae al mar. Enseguida llegamos a las ruinas del monasterio que aparecen en medio de la vegetación casi milagrosamente; después de una durísima ascensión. Pero cuando llegamos arriba, contemplar todo cuanto nos rodea compensa.
El enclave monástico tiene su origen en los siglos VII–VIII, durante la implantación del cristianismo en esta comarca. En origen se trataba de un cenobio “eremítico”, nacido por la agrupación de diversos ascetas (gentes que eligen la austeridad como forma de vida en lugares de especial energía)
La instalación de monjes hispano-visigodos, huidos de la invasión árabe del año 711, lo convirtieron en un Monasterio familiar bajo la protección de algún noble. El monasterio, a pesar del carácter eremítico, debió de ejercer funciones pastorales desde el primer momento.
El 25 de agosto del 932, el conde don Alfonso y su esposa doña Justa donan Santa María de Tina al Monasterio de Nuestra Señora de Lebanza, en la montaña palentina
En este momento coinciden tres circunstancias favorables, una etapa de repoblación, el despegue de la economía agropecuaria, y el creciente auge de la peregrinación jacobea.
Ello permite que, a mediados del s.X, se acometa la reconstrucción del viejo templo, ampliándolo..
Surge entonces, el germen del edificio que hoy conocemos, una estructura de tres naves y triple cabecera. Santa María de Tina con su creciente importancia queda reflejada como parroquia, del Arciprestazgo de Ribadedeva.
La fama de su Virgen, hace que a fines del s.XII, o inicios del XIII, se produzca una nueva reforma y ampliación, que le proporciona los rasgos románico-góticos actuales.
Curiosidad: a pesar de lo próspero del enclave, carece por completo de elementos ornamentales. Todo tiene un extraño aire, de primitiva austeridad
En 1626 la Abadía de Lebanza, debido a la crisis económica y social, vende a Juan Escalante de Mendoza, vecino de Colombres, el monasterio de Tina “con todos sus derechos y hacienda, señorío y propiedad”
El comprador no debió adquirir el Monasterio por pura “devoción”, sino para explotar sus propiedades agrícolas y ganaderas. De modo que, en poco tiempo, el título de parroquia pasó a Pimiango, en 1656, y el santuario quedó reducido a ermita. No obstante, la fama de la Virgen de Tina continuó pujante, como se recoge en el archivo parroquial, donde todavía en 1765 se registran bodas, bautizos y oficios de difuntos en la ermita de Tina. Aunque su decadencia era ya imparable, en este tiempo se establecieron varias órdenes religiosas hasta la desamortización y exclaustración de 1835.
En las excavaciones de los años ochenta, se constató que el interior del templo era un verdadero camposanto. El edificio del s.XII se había construido sobre aquel del s.X, respetando sus enterramientos, y añadiendo muchos otros nuevos, tanto dentro como fuera de la nave.
De entre tantas tumbas anónimas, sobresalen dos, cuyas laudas aparecieron en la nave del templo. Una, completamente lisa, está tirada en el suelo partida en dos, junto al muro norte. La otra, que presenta decoración aserrada en los bordes y un ondulante tallo vegetal central, fue llevada al Museo Arqueológico de Oviedo. De ésta, decían los viejos del lugar que pertenecía a la tumba de “un santo templario
Lo más curioso, es que no se afirma la pertenencia del Monasterio y Santuario a la Orden del Temple, sino tan solo la veneración y enterramiento de algún caballero en el templo.
Y otra curiosidad es que, a pesar de titularse Monasterio, no existan testimonios documentales sobre su pertenencia a alguna de las órdenes monásticas conocidas. ¿Qué desconocidos monjes regían Tina, y administraban sus poderes espirituales?
Pero la verdadera dueña y señora del lugar es Nuestra Señora de Tina. Se trata de una imagen, en madera policromada (posiblemente en sus orígenes de color negro), de la Virgen con el Niño, de mediados o fines del s.XII. aunque perpetúa rasgos iconológicos del románico más antiguo y hoy conservada en la iglesia parroquial de San Roque en Pimiango junto con un tríptico escultórico de Santa Ana, la Virgen y el Niño, del siglo XVII, también procedente del monasterio.
Muy significativo es que la imagen de La Virgen de Tina permaneciera siempre en el santuario, aun después de su ruina, sobrevivió a los desmanes revolucionarios de los años treinta. Durante la guerra civil, de 1936, la imagen fue ocultada en el interior del faro de San Emeterio, salvándose así del triste destino de tantas viejas imágenes asturianas.
Curiosidad:.
La noticia viene de antiguo, pues la recogieron a mediados del s.XIX, el señor Sarandeses y el padre Miguélez. Dicen tales autores que, cuando ellos visitaron el santuario, había a los lados de la Virgen dos esculturas que veneraban los fieles cual, si fuesen santos, preguntados los lugareños por la personalidad de tales personajes, les contaron que eran “dos caballeros del Temple, descendientes de la nobiliaria casa de Noriega, muertos en olor de santidad”.
Sorprendente noticia, habida cuenta de la ausencia de documentación sobre la presencia del Temple en Asturias.
Las figuras de dichos santos templarios fueron trasladas a Madrid, por su supuesto interés artístico para su restauración y nunca se volvió a saber de ellas.
Foto del laberintoromanico.
En la actualidad las buenas gentes de los contornos continúan acudiendo el ruinoso santuario. ni siquiera les importa que la Virgen de Tina ya no more allí y en una oquedad lateral, depositan papeles con notas de agradecimiento a la divinidad.
Foto del laberintoromanico
Más Info sobre mapa de la zona de Pimiango
Nota_ La información la hemos tomado (bastante resumida) de Laberinto Románico os aconsejamos que si el tema os interesa no dejéis de leer el articulo entero.. ?
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