Esta localidad de Peñamellera, asentada en una meseta al sur de la Sierra del Cuera, y con sus bosques distraídos por las laderas, no puede ocultar que es la capital del Barrio Alto, ni que fue el pueblo más bonito de Asturias en el año 1954.
Nada más llegar los ojos se van a “el Jacal”, casona en la que sobresale su escudo esquinero, y justamente enfrente, sobre una finca cerrada sobre sí, orientada al sur y de arquitectura indiana de estilo montañés, se alza “Villa Mier”. Y cerca de la Iglesia, la original “Villa Amparo” en la que llama la atención su perfilado rectangular en blanco imitando bloques de piedra y su galería acristalada.
Una vez en la imponente Iglesia de San Pedro, en la que destaca sobre la línea del cielo, como una suerte de skyline, su ligera torre, una fina y romántica lluvia nos impidió acercarnos a las ruinas románicas de San Pedro de Plecín, que aguardan detrás de una loma y en torno a las cuales se forjaron leyendas que se perpetúan en la memoria.
También, no faltó echar un vistazo a los muros circulares de un torreón medieval defensivo, conocido como la Torre Lombero, que toma el nombre del barrio donde estuvo enclavada, así como a la capilla de la Reina de los Ángeles, paso obligado para peregrinos, a la coqueta capilla de San Roque y a la del Rosario.
De repente el viento empezó a soplar de otra manera, y aunque todavía vendrían días de sol y calor, tuve una sensación de final de verano y optamos por tomar un café en el bar “La Bolera”, el único que queda de los tres que hubo en Alles.
Después, en una visita al recuerdo y a la nostalgia, nos desviamos a Ruenes, y de esa localidad, a la que se le llamó la capital del Cuera por ser la que tuvo mayor dominio de pastos en esa sierra, bajamos a la Iglesia de Santa María de Llas.
Allí, mientras admirábamos su pórtico columnado donde perdura en una puerta la inscripción “Domus Dei” y la fecha 1759, escuchamos música lo que hizo que nos diéramos cuenta de que estaba abierta, y ya en el interior las pinturas murales, el retablo y las explicaciones del párroco nos dejaron con la boca abierta.
Pero eso es otra historia para otro día.
Maiche Perela Beaumont
Fotografía, Valentín Orejas Y Nel Melero
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