CAVANDI
por Maiche Perela Beaumont
Debido a sus vistas inmejorables, más de una vez habíamos subido a Cavandi a hacer fotografías, pero por falta de tiempo e información no llegamos apenas a reparar en esa aldea de nombre tan extraño, como todos los topónimos de los pueblos que forman la parroquia, Abándames, Para y Cerébanes.
Así que recién estrenado octubre, un día de sol y viento, dejamos atrás Panes, cruzamos el puente y por la misma ladera de Abándames llegamos a “nuestra asignatura pendiente”, que se alza a casi trescientos metros sobre el nivel del mar, en el margen izquierdo del Cares y que domina el valle que conforma ese río antes de verter sus aguas, de unirse al Deva.
Nos bajamos del coche justamente en su área recreativa, que estaba lista para pasar revista, lo que nos llamó la atención, ya que últimamente estamos acostumbrados a encontrar estos lugares de especial belleza y vistas panorámicas en muy mal estado y, además, tenía ese intenso y agradable aroma de la hierba recién cortada.
Mientras decidíamos hacia donde dirigir los pasos, se nos acercó y trabó conversación con nosotros un locuaz vecino que nos señaló que el pueblo que veíamos desde allí, recogido en una loma que daba la espalda a las verdes paredes verticales del sur de la Sierra del Cuera, no era otro que Llonín
También, nos indicó Eugenio, que así se llama nuestro improvisado cicerone, que estábamos frente al popular picu Paisanu, y descubrimos con entusiasmo, casi con alborozo, que se adivinaba la capilla que en honor a San Antonio había levantado en su cumbre el indiano Teododoro López Rubín, agradecido, cuando era pastor, de haberse salvado por aquellas alturas de una terrible tempestad.
Asimismo, nos refirió Eugenio que desde allí salía un camino, al que llaman de la mina, ya que pasa por un yacimiento de donde se extraía ferro-manganeso, que lleva tanto a Alevia como a Abándames, con estupendas perspectivas del valle de Peñamellera Baja, del Cares-Deva e incluso del inicio del desfiladero de la Hermida, abundando las vacas, cabras y caballos en tierra y en el cielo, rapaces y buitres.
Por último, nos contó que Cavandi, que en la actualidad dispone de varias casas rurales, tiene tres barrios, el Hoyo, Cavandi Tojes y Suyo, donde dicen que pudo haber un castro de vigilancia, y nos aconsejó encaminarnos al primero, al que nos dirigimos sorteando los erizos de los castaños que revoloteaban por el suelo y maravillandonos del suave movimiento de las hojas de los abedules, que casi parecían bailar.
Una vez en ese barrio, tras una casa rural de piedra y madera, descubrimos una coqueta capilla, bajo la advocación de San Julián, en la que hay una inscripción que literalmente reza “que el ano de1792 se reedifico esta capilla a debozión de don Miguel Rubín de Noriega originario de este barrio de Cavandi del oyo”.
En esta capilla, que tiene además grabadas catorce cruces numeradas y plantadas hortensias y rosas, se celebra el penúltimo domingo de mayo la fiesta en honor a su patrón, en la que no falta pincheo, campeonato de mus, verbena y un delicioso chocolate.
Al bajar de Cavandi, sin poder quitar los ojos del pueblo de Bores, que brillaba al sol en la verde ladera Este del imponente Picu, pensé que Las Peñamelleras lo tienen todo, incluso el mar muy cerca.
Maiche Perela Beaumont
Fotografía, Valentín Orejas Y Nel Melero
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